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MORISCOS EN
SOTOSERRANO |
La relativa
abundancia de
topónimos que
señalan presencia
judía en la
zona, así como
ciertos indicios de
la existencia de
moriscos en la
Sierra de Francia,
apuntan a la idea de
que esta comarca
debió de
constituirse en
refugio de algunos
individuos de ambas
etnias, tras la
expulsión de los
judíos y los
moriscos, en 1492 y
1609,
respectivamente.
Como fuere, cabe
sospechar que, en
ésta, aún quedaran
elementos de origen
judío o morisco a
finales del siglo
XVIII, si nos
guiamos por
determinadas
partidas, referentes
a gastos
correspondientes a
ayudas a cristianos
nuevos, del año
1789. Todavía en
pleno siglo XIX se
habla de la
presencia de
cristianos nuevos en
Sotoserrano:
concretamente en el
año 1831, a dos de
éstos les fue
entregada la
cantidad de ocho
reales. De otra
parte, hay que
recordar que, tras
el decreto de
expulsión de los
moriscos, muchos de
éstos pasaron por
estas tierras de la
Sierra de Francia,
acontecimiento éste
del que ha quedado
memoria en la
toponimia:
Valdemorisco, a tan
sólo unos seis
Kilómetros al oeste
del término de
Sotoserrano;
Cirineo, a unos dos
Kilómetros al
noroeste y Los
Bederi, apenas un
kilómetro al norte.
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¿LOPE DE VEGA EN
SOTOSERRANO? |
Puede que Lope de
Vega recorriera
parte del término de
Sotoserrano, durante
el viaje que, a
finales del siglo
XVI, dicho autor
llevó a cabo por las
tierras que el Duque
de Alba poseía en la
Alta Extremadura.
Dicho comediógrafo
visitó Las Batuecas
y le serviría para
componer una de sus
obras, Las
Batuecas del Duque
de Alba,
fechada entre los
años 1604 y 1614.
En relación con
dicho viaje, Lozano
Bartolozzi dice que
bien pudo haberlo
efectuado en
compañía del propio
Duque Don Antonio y
que, además de Las
Batuecas, ambos
estuvieron en Coria
y en La Abadía. Por
ello resulta
prudente el estimar
que desde La Abadía
a Las Batuecas,
habrían seguido un
itinerario que les
conduciría hasta
Sotoserrano.
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ALGUNAS ORDENANZAS
DE SOTOSERRANO EN EL
SIGLO XVIII |
En el año 1748 se
promulgaron, en el
municipio de
Sotoserrano,
diversas Ordenanzas,
destinadas a regular
ciertas actividades
de los vecinos del
lugar. Entre otras
cosas disponían
que ninguna persona,
ya fuera residente o
forastera de El
Soto, anduviera
por los caminos de
entre las viñas,
salvo que se tratara
de personas que
tuvieren alguna
heredad en dicha
zona. Se prohibía
que, nadie
estuviere, después
del toque de la
oración, dentro de
las engarillas de
las viñas, siendo
multado el
infractor, con la
cantidad de
trescientos
maravedíes para el
Concejo. La
prohibición de andar
por entre las viñas,
afectaba,
igualmente, a
aquellos que
montaren alguna
caballería, y
aquellos otros que,
por atajar, o por
cualquier otro
motivo, cuando
fueren al monte por
leña, se metieren
por los referidos
caminos de entre los
viñedos, serían
castigados a pagar
doscientos
maravedíes y
deberían cumplir,
además, tres días de
cárcel.
Durante la
vendimia, se
ordenaba a los amos
de los perros del
pueblo, que ataran a
éstos debidamente y
los retuvieran en
sus casas
respectivas,
sancionando la
contravención con
una multa de doce
maravedíes por cada
perro que los
guardas encontraren
sueltos por calles y
caminos. Los
cazadores estaban
obligados a llevar a
sus perros atados
hasta pasar al otro
lado del río. Por lo
que se refiere a los
perros de ganado,
las Ordenanzas en
cuestión,
establecían que
llevaran puesto un
campanillo en tiempo
de uva.
La preocupación por
tratar de evitar los
incendios, en el
casco del pueblo, se
refleja en la
prohibición de
sacar, de las casas
de otros vecinos,
lumbre en forma de
tizones. Los
vecinos del pueblo
que sacaren lumbre
debían hacerlo
dentro de
recipientes
adecuados e
incurriendo los
infractores en pena
de multa de
seiscientos
maravedíes y tres
días de cárcel.
Había otra
disposición que
prohibía encender
hornijas en las
casas, hasta después
de San Miguel.
La infracción de
esta norma era
castigada con la
imposición de una
multa de seiscientos
maravedíes y el
cumplimiento de tres
días de cárcel.
Tales disposiciones,
también salían al
paso de la costumbre
que tenían los
vecinos de acudir al
pilar de la
fuente del pueblo
para lavar
pescados y paños de
niños, lo que
originaba frecuentes
enturbiamientos de
las aguas; allí
también, los vecinos
del pueblo solían
aguzar sus
herramientas en el
borde de la piedra
del pilar,
prohibiéndose, todo
ello, en el año
1748.
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SOTOSERRANO EN EL
CATASTRO DE ENSENADA |
A mediados del siglo
XVIII, Sotoserrano
era propiedad de la
Duquesa de Alba. Por
entonces se citaba
la existencia de dos
dehesas en el
término de
Sotoserrano: la
dehesa de arriba y
la dehesa de abajo;
en la primera de
ellas, crecían
castaños regoldanos,
madroñeras,
rebollos, brezos y
carquexas. En la
dehesa de abajo,
tenía un plantío de
encinas y rebollares
y disponía de mil
setecientas
dieciocho fanegas de
tierras destinada
para pasto que
aprovechaban los
ganados de los
vecinos de
Granadilla y de los
diversos lugares
sometidos a la
jurisdicción de
ésta.
Debido a su escasa
productividad, las
tierras de labor
dejábanse descansar
ocho años y ninguna
daba dos cosechas al
año.
A la hora de
enunciar los
molinos
existentes en el
término de
Sotoserrano, no se
hace mención alguna
a los existentes en
el arroyo del Coso,
citándose en cambio
los siguientes: dos
molinos harineros en
el río Cuerpo de
Hombre,
concretamente en el
pago de La Regajera;
otro molino harinero
en el arroyo de Los
Alisos, en
Martinebrón; además
de tres molinos de
aceite de tahona,
uno emplazado en el
pago de El Olivar,
terrenos de dicha
alquería de
Martinebrón y era
propiedad del Santo
Hospital de Santo
Domingo en
Lagunilla.
En las Relaciones
Topográficas de
Sotoserrano mandadas
hacer por Felipe II
y fechadas en 1574,
tampoco se alude a
los molinos del
Coso.
Hacia el año 1753,
había en Sotoserrano,
dos alcaldes, un
cirujano y barbero,
diez pobres, tres
sastres, sesenta y
nueve jornaleros,
doce labradores, dos
clérigos
presbíteros, más
otro en Martinebrón,
y, además, el pueblo
disponía de una
taberna, una
abacería, una
fragua, una
alhóndiga, nueve
bodegas y una
posada, aparte el
hospital y la casa
del Ayuntamiento. La
alhóndiga se hallaba
sita en la plaza y
correspondía,
probablemente, al
edificio con portada
en forma de arco
conopial, labrado en
piedra de cantería,
que todavía hoy se
conserva en buen
estado y se
encuentra frente a
la actual Casa
Consistorial.
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HOSPITAL DE
PEREGRINOS EN LA
EDAD MODERNA |
Desde su fundación,
en la Edad Media,
los hospitales no
desempeñaron la
función de
proporcionar
atención sanitaria,
sino que estuvieron
destinados a
albergar a viajeros,
vagabundos y
necesitados. En
algunos casos, tales
construcciones
recibían el nombre
de Portales como
ocurría con el de
Sotoserrano, que en
algunos documentos
aparece, denominado,
como "Puerta de la
Lumbre de los
Pobres" y "Casa del
Hospital".
Para el cuidado y
mantenimiento
del Santo Hospital
de Sotoserrano, se
nombraban
mayordomos. En el
año 1748, el
Hospital era
atendido por Juan
González. En ese año
tuvieron lugar
diversos
nombramientos para
ocupar las
correspondientes
mayordomías como
fueron: Matías
Hernández, mayordomo
de la iglesia
parroquial;
Francisco Martín,
mayordomo de Nuestra
Señora del Servón;
Juan Domínguez,
mayordomo de las
Benditas Animas;
Sebastián Horcajo,
mayordomo del
Santísimo Cristo del
Humilladero; Narciso
Barrio, mayordomo de
Nuestra Señora del
Rosario. Había un
vecino de
Sotoserrano, llamado
Bernardo Gabriel,
encargado de pedir
para el rescate de
cautivos, siguiendo
una tradición que se
remontaba a la Edad
Media.
La calzada de
Sotoserrano
constituía una vía
de acceso de
peregrinos jacobeos
que, desde el sur se
desviaban por
Lagunilla, cruzando
luego el río Alagón
para dirigirse a la
Peña de Francia y
venerar a la imagen
de Nuestra Señora
que, desde el siglo
XV, se conservaba en
el santuario allí
enclavado. Es
indudable que el
Hospital cumpliría
una función
importante,
acogiendo a los
peregrinos que
acudieran a los
santuarios. El
hospital aparece
mencionado, en
algunos documentos,
fechados en 1687,
como casa hospital
del Castillo,
aludiendo a su
ubicación en el
barrio del mismo
nombre.
En 1789 el Hospital
pasó a agregarse a
la fábrica de la
iglesia, la cual
estaba obligada a
encargarse de
sostener los gastos
y atender los
servicios propios de
la referida
institución
hospitalaria, como
eran el recoger
pasajeros pobres, y,
si alguno llegare a
ponerse enfermo
debía ser conducido
hasta el lugar
apropiado más
inmediato.
A finales del XVIII,
la casa-hospital
disponía de dos
pisos, y en ella
vivían varias
hospitaleras que se
ocupaban de atender
a los pobres. El
hospital de
Sotoserrano se
hallaba emplazado en
la vía de
peregrinación
jacobea, en la
proximidad del
santuario mariano de
la Peña de Francia,
imponía al viajero
un descanso y la
debida reparación de
fuerzas.
Entre las posesiones
que tenía el
Hospital figuraban
varias huertas, en
El Coso y, además,
un pago denominado
La Vega, que lindaba
con Santiago.
Dicha casa-hospital,
con su bodega de
siete cubas, fue
vendida el 13 de
enero de 1957, en
pública subasta,
siéndole adjudicada
a don Sergio Martín,
por la cantidad de
siete mil
veinticinco pesetas.
|
EDAD CONTEMPORÁNEA |
A comienzos del
siglo XIX,
administraba las
tierras de
Sotoserrano,
pertenecientes al
Duque de Alba, el
capellán don Carlos
María Pío Ponce,
residente en Coria.
Por aquellas fechas
(año 1802), una
parte de los olivos,
los viñedos y los
castañares de
Sotoserrano era
aprovechada por
veinticuatro
religiosos dominicos
de la Peña de
Francia.
La emancipación de
Sotoserrano de la
Casa de Alba tiene
lugar a comienzos
del siglo XIX, tras
la abolición del
régimen señorial, en
1811, en plena
Guerra de la
Independencia. Se
inició así un
proceso de
autodeterminación,
cobrando Sotoserrano
entidad municipal,
relativamente
autónoma, ya
vinculada, desde
1805, a la provincia
de Salamanca.
A partir del año
1833, se produjo la
reorganización
provincial, por la
que Sotoserrano y La
Alberca, pasaron a
depender,
jurisdiccionalmente,
de Salamanca. No
obstante, con
anterioridad a dicha
reorganización
provincial, ya había
tenido lugar algún
que otro trasvase de
poblaciones, entre
Salamanca y
Extremadura.
Concretamente, desde
el 1 de enero de
1805 Sotoserrano
pasaba a la
provincia de
Salamanca, como ya
se ha dicho
anteriormente. En
esa misma fecha,
Sotoserrano y La
Alberca pasarían a
ser integrados en el
recién creado
partido judicial de
Sequeros, que
comprendía, además,
todo el conjunto de
núcleos de población
antes pertenecientes
al Partido de
Miranda del
Castañar. Con la
incorporación al
nuevo partido
judicial,
Sotoserrano quedaría
incluido, a todos
los efectos, dentro
de la comarca
salmantina de la
Sierra de Francia;
lo cual no
constituía más que
un acto de
reconocimiento de
que, tanto por su
situación geográfica
y su arquitectura,
como por sus
costumbres y
tradiciones,
Sotoserrano siempre
ha participado, en
buena medida, de la
idiosincrasia del
serrano salmantino.
|
LA GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA |
El paso de tropas
francesas por
Sotoserrano, durante
la Guerra de la
Independencia,
aparece reflejado en
los asientos de los
libros de cuentas de
la iglesia
parroquial del
pueblo, donde se
hallan consignadas
diversas
cantidades de dinero
destinadas para el
suministro de los
soldados, entre
los años 1808 y
1812. Así, en 1808,
Antonio Martín, a
requerimiento de la
Justicia, hubo de
dar vino, por
importe de mil
seiscientos ochenta
reales, para el
abastecimiento de
las tropas
francesas.
En una de las
referidas
anotaciones,
correspondientes al
año 1809, se señala
que fueron siete mil
los hombres que
integraban las
tropas francesas,
las cuales
permanecieron
durante algún tiempo
en Sotoserrano.
En aquella ocasión,
Francisco González y
Martín Gómez,
alcaldes del lugar,
exigieron al
mayordomo de la
iglesia la entrega
de vino para
suministro de dichas
tropas, lo que
importó un total de
cuatro mil
seiscientos veinte
reales.
Los últimos asientos
hechos en el libro
de la Fábrica, sobre
gastos originados
por la presencia de
tropas francesas en
Sotoserrano,
corresponden al año
1812, en que aparece
registrada la
cantidad de
trescientos cuarenta
reales, cuya entrega
le fue exigida por
Pedro Martín,
alcalde de
Sotoserrano, al
mayordomo Santiago
Domínguez.
Durante la Guerra de
la Independencia
diversos vecinos de
Sotoserrano hubieron
de poner sus
caballerías al
servicio de las
tropas
angloespañolas que
luchaban contra los
franceses. En
determinados casos
se elegían grupos de
dos o tres vecinos
del pueblo, de entre
los cuales, uno de
ellos estaba
obligado, previo
sorteo, a ceder su
bestia de carga,
quedando, después,
los demás,
comprometidos a
prestar al otro, sus
propios mulos para
la realización de
las labores
agrícolas; además,
si llegaba a morir
el mulo utilizado
por el ejército,
entre todos los
miembros del grupo
de vecinos habrían
de comprar a partes
iguales otro animal.
Así consta en
algunos documentos
del año 1809.
Con destino al
suministro de
tropas, el concejo
de Sotoserrano
vendió, en el año
1811, una parte del
Castañar de los
Jurados, la cual fue
adjudicada a
Sebastián Martín por
la cantidad de
seiscientos reales.
Y, en diciembre de
ese mismo año, el
pueblo vendió un
huerto a Melchor
Alonso; todo ello
para sufragar gastos
de guerra.
Varios vecinos de
Sotoserrano
sirvieron como
soldados en la
milicia, luchando
contra los ejércitos
napoleónicos. Así
están, un tal Mateo
Velasco, artillero
en Ciudad Rodrigo,
en el año 1809, y,
Andrés Alonso,
quién, en el año
1811, servía en el
ejército inglés;
ambos naturales de
Sotoserrano.
|
SIGLO XX |
Sotoserrano fue uno
de los pueblos
comprendidos dentro
del itinerario
seguido por Alfonso
XIII en su visita a
la deprimida comarca
de las Hurdes, allá
por el año 1922.
Según escribiría el
cronista Pérez
Cardenal, la
comitiva regia
partiría después, al
regreso, desde La
Alberca hasta Bejar,
a través de El
Madroñal, El Soto,
Miranda, Santibáñez
(de la Sierra) y
Cristóbal, pueblos
todos ellos que se
encontraban
debidamente
engalanados,
mientras sus
habitantes se habían
echado a la
carretera esperando
la llegada de dicho
monarca.
|
LOS VECINOS DEL SOTO
NO SON BATUECOS |
La confusión en que
a menudo se ha
incurrido, al
incluir terrenos del
Soto dentro de la
hipotética comarca
de Las Batuecas,
viene de mucho
tiempo atrás. El
mismo Gaspar Antonio
de Velázquez, un
jesuita que murió en
el año 1671, dejó
escrito en su
testamento, entre
otras cosas, lo
siguiente: Los
Batuecos
desamparados y en
realidad Batuecos,
ni son la Alberca,
ni Granadilla, ni el
Soto, ni el Casal,
aunque Granadilla se
dice cabeza de los
Batuecos (es por el
gobierno civil).
Estas son villas
grandes y
acomodadas.
Por lo que respecta
a la alquería de
Martinebrón, y su
anejo, Cabaloria,
aparece considerada,
en dicho escrito,
como batueca, junto
con Nuño Moral, Las
Mestas, Cambroncino,
Cabezo, La Oveja y
los Casares.
Cuando Alfonso IX,
dona al arzobispo de
Santiago en el siglo
XII, los términos y
pertenencias de
Herguijuela de la
Sierra y Sotoserrano,
en el documento
correspondiente se
cita a las Batuecas,
comarca que venía a
englobar los
terrenos de
Martinebrón y
Cabaloria, anejos de
Sotoserrano. Con el
nombre de Batuecas,
se designaba un
espacio geográfico
de mayor entidad que
el actual, reducido
éste, hoy, al Valle
donde se asienta el
Monasterio
Carmelitano del
Santo Desierto de
San José.
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